“…se podía contemplar además a la gente que acudía al
paseo a ver y dejarse ver. Tal como había supuesto, la fuente del Prado estaba
atiborrada de aguadores, dos de los cuales parecían discutir antes de empezar a
darse de puñadas. La causa podía ser una mujer que, de rodillas, señalaba
alternativamente al cielo y aun cántaro roto. Entre los presentes había gente
de toda condición; esportilleros cargados y con prisa o de vacío y acosadores,
parejas de sacerdotes, viejas con la cara descubierta acompañando a otras con
el mantón sobre la cabeza pinzado sobre la cara ocultando sus rostros y
exponiendo un solo ojo dispuesto a comerse el mundo, galanes, lindos,
caballeros con o sin caballo, aristócratas, escribanos, rufianes, trileros,
ciegos, tullidos, soldados y coches, muchos coches que doblaban justo delante de
mí para adentrarse en la fresca alameda del Prado de San Jerónimo.”
Anónimo,
La carrera de San Jerónimo desde el Paseo del Prado, siglo XVII, colección
particular
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