miércoles, 28 de marzo de 2012

LAS BRAGAS

Las bragas era un tipo de "calzón" que generalmente envolvía los muslos. Eran de lana, lino o de algodón; incluso de estopa (es decir, de la parte basta del lino o del cáñamo). Debajo podía llevarse otras de lienzo. 
Al principio fue una prenda exterior utilizada por los visigodos. Los hispano-romanos la incorporaron a su vestimenta en las últimas etapas del Imperio.

Hasta mediados del XIV las bragas cubrirían desde la cintura hasta medio muslo o hasta la rodilla.


  Siglo XII. Iglesia de San Pedro de la Rúa, Estella, Navarra (detalle). Imagen obtenida del siguiente enlace: elpasiego.foroactivo.


 Borde inferior de las bragas levantado y sujeto a la cintura. Hacia 1185. San Juan de Acre, Navarrete, Logroño (detalle) Imagen obtenida del siguiente enlace: Románico aragonés)


Cuando las calzas se alargan, llegando mucho más arriba del muslo, éstas se sujetan con un braguero que a su vez une la braga.




Braga con braguero. Se puede observar como levantaban el borde inferior de la braga y lo anudaban al braguero. H. 1283-87. El libro de los juegos de Alfonso X el Sabio, Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, Madrid (detalle)

A finales del XV las bragas acaban por unirse a las calzas, a inicios del XVI forma un todo llamado calzas-bragas. Aun así, se sigue llevando debajo otra braga. 
Se deja de usar el braguero. A la braga se le hace una especie de cinturilla doblando la parte superior de la misma para luego hacer varias aberturas por la se que pasa un cordón, correa o cuerda, quedando los cabos hacia fuera.




Segunda mitad del siglo XV. El Calvario, Juan Sánchez, Galería  Caylus, Madrid (detalles)


Dos tipos:


1_.  Sumamente pequeñas y ajustadas para poder llevarlas con las calzas que iban muy ceñidas al cuerpo.






Hacia1450-1455. San Vicente en la hoguera, Jaime Huguet, Retablo de San Vicente de Sarriá, Barcelona, Museo Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona (detalle)


2._ Más o menos largas y algo más holgadas:


Martirio de Santa Lucía, Benardo Martorell, hacia 1435-1440, Museo Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona (detalle) (imagen obtenida aquí)


Primera mitad del XV. Retablo de San Vicente, Bernardo Martorell, Museo Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona (detalle) (imagen obtenida aquí)

  
La braga externa, también llamada calzón (de origen incierto) es una prenda que coloca por encima de las calzas enterasA finales del XV esta braga externa acabó siendo sólo usada por pescadores, curtidores, tintoreros, labradores, etc. y serían de paño. A inicios del XVI pasa a ser prenda interior dando lugar a los calzoncillos

Obrero con Bragas exteriores sobre calzas. Escena de la vida de un Santo, Maestro de Gerona, colección particular (detalle; imagen obtenida de la obra de Carmen Bernis)



Marinero con ¿braga exterior? Santa Úrsula y las once mil vírgenes, Juan Reixach, 1468, Museo Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona (detalle) (imagen obtenida aquí)


En el siglo XVI las bragas irán quedando como ropa interior.



Bragas adornadas con tiras. Camino del Calvario, Maestro de Sijena o Sixena, hacia 1515-19, Retablo Mayor del Real Monasterio de Santa María de Sigena, Huesca (detalle) (Imágenes obtenidas en Arte-Paisaje, que además es un excelente blog)

Se vestiría bajo una nueva prenda llamada calzas-bragas.

Bragas sin las medias-calzas. Decapitación de San Juan bautista, Maestro Palanquinos, 1490-1500, Art Institue of Chicago, EEUU (detalle)


Braga sin las medias-calzas. Hacia 1520-30, escuela castellana (detalle)

La braga quedó finalmente reducida a una prenda muy pequeña y ajustada, hasta que a inicios del siglo XVII desaparece definitivamente en el atuendo masculino.

Si bien hemos hablado de las bragas en el atuendo masculino, en el femenino podemos decir que no se ha encontrado referencias escritas ni iconográficas de ellas. Por lo tanto surge un interrogante: ¿las usaron? Teniendo en cuenta que a finales  del siglo III y comienzo del IV en el Imperio Romano las mujeres, para practicar deportes, llevaban una prenda corta y ajustada (Subligaculum: era una túnica de diseño rectangular sujeta a nivel del talle), no se debería descartar que las llevaran también como prenda interior. 


Se piensa que las mujeres hasta entrado el siglo XIX no llevaban nada bajo sus faldas. 

Enlaces relacionados en este blog:
LAS CALZAS en el hombre de la Alta Edad Media


Bibliografía:

  • Astor Landete, Marisa: Valencia en los siglos XIV y XV. Indumentaria e Imagen. Valencia, 1999: 135.
  • Bernis Madrazo, Carmen: Trajes y modas en la España de los Reyes Católicos: II, 2. Los hombres. Madrid: Instituto Diego Velázquez (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC), 1962: 11, 64.
  • Bernis Madrazo, Carmen: El traje y los tipos sociales en el Quijote. Madrid: Visor, 2001.
  • Descalzo Lorenzo, Amalia: Apuntes de moda desde la Prehistoria hasta época moderna. Indumenta: Revista del Museo del Traje, 2007, nº 0.
  • Menéndez Pidal, Gonzalo: La España del siglo XIII: leída en imágenes. Real Academia de la Historia, 1987.
  • Vestiduras ricas: Monasterio de Las Huelgas y su época, 1170-1340. Revista de la Subdirección General de Museos Estatales. Patrimonio Nacional. Servicio de Publicaciones 1ª ed., 1ª imp. (03/2005): 110. 




miércoles, 21 de marzo de 2012

GRUTESCOS. ITALIA EN TOLEDO. QUINTA DE MIRABEL.


El humanismo renacentista acerca al hombre a la naturaleza. En Toledo la construcción de Cigarrales servirá para dominar la naturaleza y disfrutarla. De ahí que el arzobispo de Toledo, don Gaspar de Quiroga y Vela, mandara recrear (o al menos lo intentará) las villas suburbanas de Italia en uno de esos cigarrales. Será un  complejo palaciego con amplios jardines para su divertimento personal.

Estamos a finales del siglo XVI.

Más tarde se conocerá este Cigarral como la Quinta de Mirabel.

Por supuesto, no le faltará ningún detalle, ni siquiera un baño. Pero no un baño cualquiera. Ha de tener frescos, exactamente grutescos. Más aún, se deben pintar mujeres con el torso desnudo (atrevido el Inquisidor General, podríamos pensar).

Pero el tiempo ha dañado a las féminas y otras figuras aunque todavía permanece la belleza de los enanos, los pájaros, las guirnaldas, los motivos vegetales, los seres fantásticos... 


El autor de esta maravilla es todavía desconocido.










lunes, 19 de marzo de 2012

LA LITERATURA Y LA PINTURA DE LA MANO

Alonso Mateo-Sagasta, en una de sus novelas (Ladrones de Tinta), sabe sacar buen partido a la pintura. Y lo aplaudo.


“…se podía contemplar además a la gente que acudía al paseo a ver y dejarse ver. Tal como había supuesto, la fuente del Prado estaba atiborrada de aguadores, dos de los cuales parecían discutir antes de empezar a darse de puñadas. La causa podía ser una mujer que, de rodillas, señalaba alternativamente al cielo y aun cántaro roto. Entre los presentes había gente de toda condición; esportilleros cargados y con prisa o de vacío y acosadores, parejas de sacerdotes, viejas con la cara descubierta acompañando a otras con el mantón sobre la cabeza pinzado sobre la cara ocultando sus rostros y exponiendo un solo ojo  dispuesto a comerse el mundo, galanes, lindos, caballeros con o sin caballo, aristócratas, escribanos, rufianes, trileros, ciegos, tullidos, soldados y coches, muchos coches que doblaban justo delante de mí para adentrarse en la fresca alameda del Prado de San Jerónimo.” 



Anónimo, La carrera de San Jerónimo desde el Paseo del Prado, siglo XVII, colección particular

miércoles, 14 de marzo de 2012

LECTUARIO

Hagamos un guiño a la gastronomía.
Los alimentos no sólo llenan el estómago, también la cabeza, o para ser más exactos la mente. Y con la mente podemos imaginarnos los mejores manjares y empezar a salivar. Y eso vamos a hacer.
Empecemos hoy por el dulce:

Bodegón de dulces, Juan van der Hamen, 1627, Colección Samuel H. Kress, Washington, EEUU

Bodegón, Tomás Hiepes, segunda mitad del XVII (detalle)

La confitura, o como se decía antiguamente: el letuario o lectuario.
Este último vocablo es el que nos interesa. Allá por el Barroco hacia referencia a la compota o como bien dice la Real Academia Española a “medicamento de consistencia líquida, pastosa o sólida, compuesto de varios ingredientes, casi siempre vegetales, y cierta cantidad de miel, jarabe o azúcar. En sus composiciones más sencillas tiene la consideración de golosina”. Esto abarcaría el diacritrón (cidra o cabello de ángel), el codonate (dulce de membrillo), trozos de fruta confitada los cuales se sumergía en almíbar, es decir, en la cocción de miel o agua azucarada durante varios días, y que luego se podían aliñar con otros aromas, y la corteza de naranja amarga sumergida en miel.

Frutas confitadas, ciruelas y bizcochos. Juan van der Hamen y León, Florero y bodegón con perro, 1625, Museo del Prado, Madrid (detalle)

En las antiguas culturas de China y Mesopotamia se sabía que para conservar los alimentos nada mejor que la miel. Y como buen antimicrobiano se podían conservar durante años. He leído en Wikipedia que los antiguos romanos preservaban el pescado sumergido en miel, literal. Supongo que será una cochinada, o no. Como vemos, los creadores de la cocina fusión no han inventado nada nuevo.
Sin embargo, serán los árabes quienes mejor sabrán elaborar naranjas y rosas confitadas y en Europa se disparará su consumo en el siglo XVI.
Se sabe que mientras la gente de alcurnia desayunaban en el dormitorio (hay quien en la misma cama…) un buen chocolate con bizcochos, la mayoría de la gente de a pie tomaba aguardiente o mosto y lectuario en puestos de la calle que vendían los aguardenteros o comprándolos en las confiterías (que no sólo vendían alimentos, también todo tipo de baratijas y complementos para el vestuario de la mujer).
La fruta confitada es posible que no a todos les guste, pero nadie puede negar que se puedan crear bellas imágenes llenas de color para alegrar la vista. Hasta un Roscón de Reyes queda vistoso con ellas. 

Roscón casero. Gracias Alicia.

Ah, y se pueden glasear o escarchar, pero yo desaconsejo este último por motivos de paladar, claro.

Higos escarchados. Juan van der Hamen y León, Bodegón con dulces y recipientes de cristal, 1622, Museo del Prado, Madrid (detalle)

Bodegón, Antonio Ponce, segunda mitad del siglo XVII, "Bodegón de dulces, frutos secos, cerámica y vidrios, subasta (detalle)

Las confituras se vendían en cajas.

Cajas que bien podían llevar la fruta confitada o mazapán. Tarro de fruta en almíbar. Juan van der Hamen y León, Florero y bodegón con perro, hacia 1625, Museo del Prado, Madrid (detalle)



Bibliografía:

  • Herrero, Miguel: Oficios Populares en la sociedad de Lope de Vega. Castalia, 1977.
  • Pérez Samper, María de los Ángeles: Los recetarios de mujeres y para mujeres. Sobre la conservación y transmisión de los saberes domésticos en la época moderna. Cuadernos de Historia Moderna, nº 19 (monográfico). Servicio de Publicaciones UCM. Madrid, 1997.



miércoles, 7 de marzo de 2012

EL VERDUGADO

Para hablar del verdugado antes hay que saber qué era el verdugo (como vocablo textil, claro).


El verdugo fue un aro rígido de mimbre, alambre o madera que iba forrado de tela o de guata (sabemos además que el verdugo era una vara estrecha y larga de un material flexible que se usaba para azotar).

Briales con verdugados cosidos a la falda. H. 1470-1480. El festín de Herodes, Pedro García de Benabarre, Barcelona,  ©Museo Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona (detalle).

Saya verdugada. Nacimiento de San Juan Bautista, Retablo de San Juan Bautista, Domingo Ram, h.1480-90,  ©The Metropolitan Museum of Art, Nueva York (detalle)


Esta moda comenzó hacia 1468 gracias a la reina Isabel de Portugal. Según dicen (esto está por confirmar) la prenda se confeccionó para disimular su segundo embarazo, necesitaba una falda bien holgada. Creó estilo por los reinos de Castilla y Aragón. La prenda no quedó exenta de la censura, llegándose a prohibir bajo pena de excomunión en Valladolid. Por lo visto las mujeres hicieron caso omiso de tales amenazas porque el uso de verdugos, y por tanto de verdugados, perduró hasta los años 40 del siglo XVII.

Hernando de Talavera (monje jerónimo, confesor y consejero de Isabel la Católica) dice del verdugado. 

Demuestra por doze razones que aquel traje descomulgado de caderas e verdugos es muy malo e, por consiguiente, muy de cuidamente reprobado y vedado.
Es, lo quarto, hábito desonesto e muy desvergongado porque muy ligeramente descubre e demuestra los zancajos e las piernas, las quales partes, la naturaleza e uso común e universal de todo el mundo desde el principio del, quiso que las mugeres traxiessen guardadas, occultas e cubiertas.”


Por supuesto la reina hizo caso omiso a los buenos consejos de su confesor.

Posteriormente, los verdugos fueron cosidos a las faldillas y encima se llevaba un traje abierto (brial, saya...).

Verdugos sobre faldilla; falda del brial levantada. 1490. Decapitación de San Juan Bautista, Maestro de Miraflores, retablo sobre la vida de San Juan Bautista, Madrid,  ©Museo del Prado, Madrid (detalle) (imagen obtenida aquí)

A finales del siglo XV estos aros fueron sustituidos por cercos de tela, siendo por lo tanto más flexibles, esto permite que la falda quede ahuecada pero no rígida. 


 Verdugos de tela sobre la falda del brial. 1492-95. El Cancionero, Pedro Marcuello, Museo Condé Chantilly, Francia (detalle)

También, aunque excepcionalmente, se exageró la zona de las caderas por medio del uso de postizos (caderas postizas).

Faldilla con verdugos tapado parcialmente por una saya o brial; debajo seguramente lleve la cadera postiza. H. 1488. El Cancionero, Pedro Marcuello, Museo Condé, Chantilly, Francia (detalle)

Se llegó a imitar los verdugos poniendo adornos que dieran el pego.

Falda de una saya  con adornos que imitaban verdugos. H. 1480. Nacimiento de la Virgen, Pedro García de Benabarre, Barcelona,  ©Museo Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona (detalle)

Por 1490 desaparecen los verdugos para resurgir en el siglo XVI, en la década de los años 20en la forma de verdugado, es decir, haciendo referencia a una falda interior con verdugos. Hacia 1525 las mujeres de clase baja siguen llevando verdugos al descubierto, mientras en las mujeres de clase alta quedan como falda interior. 

Silva de varios romances,  edición de 1587, impreso por Hubert Gotard, Barcelona (detalle)

1540-47. Códice de trajes (Manuscrito), ©Biblioteca Nacional, Madrid (detalle)

Vasquiña levantada enseñando verdugado. 1601, Viaje de la emperatriz María desde Praga, Hans van der Beken, Monasterio de las Descalzas Reales, Madrid (detalle)

A la basquiña y falda de sayas con el verdugado debajo se las llegó a llamar alcuzas por asemejarse al cacharro de cocina destinado a guardar el aceite.

Se necesitaba aprendizaje para andar con él. Cuando se arrodillaban, los aros se notaban.



Isabel de Borbón, futura reina de España, hacia 1620, Rodrigo de Villandrando,  ©Museo del Prado, Madrid

En los años 30 del siglo XVII surge el guardainfante, de origen francés, impulsado por la clase social de a pie. El guardainfante francés  era una estructura de mimbre puesto a la altura de las caderas, pero en España se complicó. Será un armazón realizado con aros de madera, ballena, alambre o hierro unidos entre sí con cintas o cuerdas que se cubrían con mimbre, crin y otros materiales para enfatizar las caderas. Encima se colocaba varias faldas.

La infanta Margarita de Austria, Juan Bautista Martínez del Mazo,  h. 1665, Museo del Prado, Madrid


En el siglo XVIII aparecerá el tontillo, hecho con ballenas o cañas para ahuecar la falda en los costados.

La Reina María Luisa, 1789, Francisco de Goya y Lucientes, Museo del Prado, Madrid

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Bibliografía:
  • Astor Landete, Marisa: Indumentaria e Imagen - Valencia en los siglos XIV y XV. Valencia.1999.
  • Bernis Madrazo, Carmen: Indumentaria Medieval Española. Instituto Diego Velázquez, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC, 1956.
  • Bernis Madrazo, Carmen: Trajes y modas en la España de los Reyes Católicos: I. Las Mujeres. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC 1975.
  • Bernis Madrazo, Carmen: Indumentaria española en tiempos de Carlos V. Madrid: Instituto Diego Velázquez (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC), 1962.
  • Bernis Madrazo, Carmen: El traje y los tipos sociales en el Quijote. Madrid: Visor, 2001.
  • Descalzo Lorenzo, Amalia: Apuntes de moda desde la Prehistoria hasta época moderna. Revista del Museo del Traje, ISSN 1888-4555, Nº. 0, 2007.
  • Hernando de Talavera: El Tratado sobre la demasía en vestir y calzar, comer y beber. Teresa de Castro: Revista Espacio, Tiempo, Froma, Serie III, Historia Medieval, 14, 2001.
  • Soláns Soteras, María Concepción: La moda en la sociedad aragonesa del siglo XVI.  Institución “Fernando el Católico” (C.S.I.C.). Colección Estudios. Zaragoza. 2009.

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