Ya hablé en su momento sobre la higiene en la Edad Media hasta el siglo XVII, hoy toca hablar de
la dental.
H. 1434. Fresco del Ecce Homo, Nicolás Francés, Catedral de León (detalle)
La dentadura de la gente del siglo XX, y concretando en la occidental, ha sufrido (sufre y sufrirá) abrasiones, caries,
abscesos, perdida de alguna pieza, sarro, coloración negra, piorrea,
flemones... ¡lavándose incluso la boca con frecuencia! Y en tiempos pasados, pues lo
mismo.
Tenemos noticias sobre el cuidado de los
dientes ya desde la época de los romanos (y de los egipcios). Hombres y mujeres trataron por todos los medios no perder
piezas dentales (y si era posible las más importantes: las que se veían). Carecer de algún diente era antiestético y por tanto vergonzante. En la mayoría de las
ocasiones su pérdida se debía a alguna enfermedad. También se sabe que a ciertos reos, para abochornarlos, se les arrancaban.
Escritos
del siglo XIII nos indican cómo debían ser los dientes de una mujer hermosa:
En Speculum
al foder (XV), refiriéndose a la nobleza y a belleza de las mujeres: «cuatro
cosas muy coloradas: las mejillas, la lengua, las encías y los labios; cuatro
muy blancas: el rostro, los dientes,
el blanco de los ojos y las piernas».
En el Libro de Alexandre, de mediados del siglo XIII, nos dice: «... los dientes bien iguales blancos commo cuajada...»
Para el Arcipreste de Hita, en su Libro
de buen amor, 1330-1343: «la nariz afilada, los dientes menudillos, iguales
y muy blancos, un poco apartadillos, las encías bermejas, los dientes agudillos, los labios de su
boca bermejos, angostillos.»
En la obra Jeu de la Feuillée, de Adam
de la Halle, h. 1276, el retrato de mujer ideal era: «la boca fina, fresca y roja, que deja entrever unos dientes regulares y billantes;»
A lo largo de toda la Baja Edad Media
aparecen recetas para el cuidado de la boca y el fortalecimiento de los
dientes. Estas se adaptaban a las necesidades de la persona, así como de la
disponibilidad de determinados componentes. Pero en general las recetas (casi
siempre caseras que se transmitían de generación en generación) eran fáciles de hacer, aunque otras llevaban componentes más
caros solo aptos para gente adinerada.
H. 1480. Abrazo en la puerta dorada, Fernando Gallego, iglesia de Santa María, Trujillo, Cáceres (detalle)
El blanqueamiento
de los dientes también era una preocupación en aquellos años, se usaban aglutinantes para conseguir algo similar a una pasta, o
simplemente se hacían gárgaras con orina.
El uso de la orina se remota a los
íberos, y se siguió utilizando durante en el siglo XVII, por su alto
contenido en amoniaco; los romanos sólo tuvieron que perfeccionar el método
añadiendo sustancias aglutinantes, piedra pómez y otros componentes más
agradables. La orina también fue ideal para blanquear la lana y el lino.
Y por supuesto se usaron instrumentos para la higiene: los mondadientes, algunos hechos
de madera perfumada.
El comportamiento en la mesa fue también digno de ser
escrito:
«Absteneos de escupir cuando estéis
sentados en la mesa. Si os enjuagáis la boca cuando estáis comiendo, no debéis
escupir el agua en el plato sino que debéis hacerlo en el suelo y educadamente.
No os limpiéis los dientes o los ojos con el mantel.
No os mondéis los dientes con un cuchillo, una paja o un palo en la mesa».
Erasmo de
Rotterdam
escribía: «Es preciso ser muy cuidadoso de tener los dientes limpios, pues
blanquearlos con polvos es propio de jovencitos. Frotarlos con sal y alúmina es
muy perjudicial y servirse de la orina para este propósito es cosa de
españoles».
Dentiscalpium= Mondadientes:
Instrumentos de limpieza. Museo Arqueológico de Palencia
El responsable de
extraer los dientes era el cirujano-barbero o simplemente barbero. También
cortaban el pelo, la barba y las peinaban. Realizaba sangrías. Y algunos...
limaban los dientes con un instrumento metálico y los frotaban con una especie
de ácido corrosivo... Fantástico método para tener más clientes que necesitaban
dientes postizos. Los tratados de medicina hablan de dientes hechos con hueso
de vaca, de marfil, de mármol o realizados con perlas, que se unían a los
dientes sanos mediante un hilo de oro. Parece ser que las primeras dentaduras
postizas se remontan a la época etrusca, aunque empiezan a tener más aceptación
hacia principios del siglo XVI, cuya función será simplemente estética.
A
continuación varias recetas medievales:
Polvo
para los dientes:
cinco onzas de alabastro, y cuatro onzas de porcelana, y seis onzas de azúcar fino, y
una onza de coral blanco, y otra de canela, y media de aljófar, y media de
almizcle. Todo hecho polvo. Limpiarse los dientes con estos polvos y enjuagarse
la boca con vino blanco tibio.
Remedio para los
dientes:
Haced una cocción de vino blanco y raíz de esquiriola. Y enjuagaos la boca con
ella y no os dolerán los dientes.
Remedio para el
dolor de ijada:
Tomarán nueve cochinillas de unas que andan debajo de los naranjos que, en
llegándoles, se hacen peloticas. Molerlas mucho y deshacerlas en vino blanco o
en agua de azahar, y darlas a beber al enfermo. Hacer esto treinta días y
quitársele ha el dolor de todo punto. Cuando bebiere esto, el enfermo acostarse
ha sobre el lado donde fuere el dolor.
Remedio para las
muelas:
Dos onzas de rosas secas, y otras dos de mirabolanos, dos de nuez de aciprés
verdes partidas, media onza de piedra alumbre, una cuarta de incienso, medio
cuartillo de miel, medio azumbre de vino blanco. Puesto todo en una olla nueva
y tapada muy bien, cueza hasta que mengüe la mitad. Y como haya cocido, coladlo
y guardadlo en una redoma de vidrio. Y cuando os dolieren las muelas, poned
esta cocción al fuego a entibiar. Y tomadla en la boca a la parte que os
dolieren las muelas, y se os quitará el dolor luego.
Para el dolor de
los dientes, y muelas:
Para el dolor de los dientes, haréis decocción de raíces de jusquiamo, con
vinagre, y agua rosada, y tomar de ella en la boca de cuando en cuando. Lo
mismo hará una cabeza de ajos asada un poco al rescoldo, y amasada, y después
puesta encima de los dientes, ó muelas que duelen, tan caliente como se puede
sufrir; advirtiendo, que primero se ha de poner un poco de dicha masa en la
oreja, á cuya parte estuviere el dolor.
Dientes
movedizos:
Si los dientes se menean, ó mueven, tomen alumbre, y agua rosada, y hagan decocción,
ó tomen de la raíz del quinquefolium, y alumbre y aplíquenlo para confortar los
dientes.
Mal aliento: Quien de si
diere mal aliento, tome anís, algarrofas, almastiga y raíz de lirio azul, y
cuézalo todo con vino; y use lavarse la boca con él y se quitará el mal
aliento.
Principios del XVI. El entierro de Cristo, Maestro de Becerril, Museo Diocesano de Palencia (detalle)
Bibliografía:
- Anónimo: Manual de mujeres, en la cual se contienen muchas y diversas recetas muy buenas.
- Criado Vega, Teresa: Las artes de la paz. Técnicas de perfumería y cosmética en recetarios castellanos de los siglos XV y XVI. Universidad de Córdoba, Anuario de Estudios Medievales, 41/2, julio-diciembre de 2011 pp. 865-897 ISSN 0066-5061
- Fresneda González, María de las Nieves: Atuendo, aderezo, pócimas y ungüentos femeninos en la Corona de Castilla, (siglos XIII y XIV)
- Herrero, Miguel: Oficios Populares en la sociedad de Lope de Vega.
- Ortego Agustín, Mª Ángeles: Discursos y prácticas sobre el cuerpo y la higiene en la Edad Moderna I.E.S. Mariana Pineda. Madrid.
- Pérez Samper, María de los Ángeles: Los recetarios de mujeres y para mujeres. Sobre la conservación y transmisión de los saberes domésticos en la época moderna. Universidad de Barcelona.
- Tena Tena, Pedro: Mujer y cuerpo en Al-Ándalus.
- http://www.florilegium.org
- http://www.portalplanetasedna.com.ar
- http://www.losmoriscos.es/mv_entradas_view.php?editid1=18