sábado, 29 de junio de 2013

La ALJUBA

La voz de origen morisco vendría de yubba, al-yubba, jubbah, es decir, túnica. En los textos castellanos se cita por primera vez en el año 943 como algupa.

Fue una prenda cerrada, ceñida en el torso y holgada desde la cintura. Las mangas comenzaban siendo amplias en el hombro y se iban estrechando hasta la muñeca. Como prenda árabe sería más o menos parecida a la saya de los cristianos.

Acabó siendo usada por los cristianos como prenda de encima, lo que hace pensar que para que pudiera ir sobre la de debajo se ensanchó un poco más. Se confeccionaba con telas ricas y podía llevar pieles curtidas. El cuello y los puños se solía adornar con cenefas, bandas o bordados.

En el románico la falda iba completamente cerrada o podía tener una abertura. 
Las mangas se podían llevar a la moda francesa, es decir, la escotadura que une la manga al cuerpo de la prenda se amplía mucho más.
A finales del siglo XIII la aljuba acaba confundiéndose con la cota ya que ambas prendas se parecen en corte y holgura, diferenciándose por tanto en las mangas. 

En el siglo XIV seguramente la aljuba cristiana ya sea denomina cota diferenciándose tan sólo por la riqueza de la tela.

Personaje de la izquierda con aljuba/cota holgada a metad, es decir, a dos colores y cortada las mangas a la moda francesa; debajo lleva saya. El de la derecha es posible que lleve una cota con mangas de corte tradicional; debajo lleva saya y encima manto. 
H. 1280-85. Cantigas  de Santa María de Alfonso X el Sabio, Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, Madrid (detalle)


Aljuba, con ribetes en cuello y puños. El ribete de la sisa nos da un pista sobre la posibilidad de que las mangas fueran de quita y pon. Debajo lleva saya. H. 1280-85. Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio, Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, Madrid (detalle)

No hay pruebas de que la aljuba fuera una prenda usada por ambos sexos. En las representaciones gráficas no se ha encontrado la imagen de una mujer con una túnica de manga estrecha sobre la saya. En cambio, en el siglo XIV si se ven.

En el siglo XIV la aljuba ya bien puede ser una cota, concretamente será la de cuerpo holgado, es cerrada, un poco más ceñida en el torso y en la cintura, abotonado en el cuello y con falda amplia más o menos largas, generalmente hasta las rodillas en el caso del hombre o hasta el suelo en el caso de la mujer. 

 
Aljuba. Obsérvese los escotes todos ellos redondos, salvo el de una mujer que es en pico (poco usual en esos años). Plañideros. Sepulcro de Sancho Sainz de Carrillo de la ermita de San Andrés de Mahamud (Burgos), 1295. Anónimo, Museo Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona (detalle)

Aljuba con gran escote según la moda del siglo XIV que imperó en casi todas las prendas. Con mangas cortas (siguiendo la moda francesa), estando la boca ensanchada. Debajo lleva la gonela de la que sólo se ven parte de las mangas. 1343. Hecho del rey don Jaime, Universidad de Barcelona (detalle)

En el siglo XV la aljuba hace referencia a dos tipos de prendas:

1. Traje moro, aljuba morisca, eran siempre prendas vistosas usada por los caballeros cristianos para vestir de gala en la segunda mitad del siglo XV hasta el siglo XVI (cuya tela será tan ligera como la de las camisas). 

2. Traje de encima rico y holgado que usaron hombres y mujeres durante el siglo XIV. En los textos aparece escasamente, sobre todo a finales de la centuria, pasando a ser usado por los hombres en el juego de cañas, por lo que es una prenda amplia.


Bibliografía:
  • Astor Landete, Marisa: Indumentaria e Imagen - Valencia en los siglos XIV y XV, Valencia.1999.
  • Aymerich Bassols Montserrat: L'art de la indumentària a la Catalunya del segle XIV. Tesis doctoral, Facultad de Geografía e Historia, Universidad de Barcelona. 2011.
  • Bernis Madrazo, Carmen: Indumentaria Medieval Española, Instituto Diego Velázquez, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC, 1956.
  • Bernis Madrazo, Carmen: Trajes y modas en la España de los Reyes Católicos: II. Los Hombres. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC 1975.
  • Bernis Madrazo, Carmen: Indumentaria española en tiempos de Carlos V. Madrid: Instituto Diego Velázquez (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC), 1962.
  • Corriente, Federico: ARABISMOS DIALECTALES DEL lBERORROMANCE CENTRAL 
  • Menéndez Pidal, Gonzalo: La España del siglo XIII: leída en imágenes. Real Academia de la Historia, 1987.
  • Puiggarí i LLobet, José: Monografía histórica e Iconográfica del traje. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
  • Sigüenza Pelarda, Cristina: La moda en el vestir en la pintura gótica aragonesa. Institución “Fernando El Católico”, Excma. Diputación de Zaragoza.





domingo, 23 de junio de 2013

ET IN ARCADIA EGO : LOS BAÑOS ESTIVALES EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XVII

O el nudismo, costumbre de ayer y de hoy.



 
Siglo XVII. El Manzanares durante la fiesta de San Juan, escuela española, colección particular, Madrid


 
1669. Virgen de Pilar  la entrada del virrey de Aragón Juan José de Austria. Anónimo aragonés, colección particular

Principios del siglo XVII. Baños en el Manzanares en el paraje del Molino Quemado (sería frente a la Casa de Campo, en el Camino del Pardo), Félix Castello, Museo de la Historia, Madrid (imagen obtenida aquí)


H. 1660. Vista de Sevilla, anónimo, Hospital de los Venerables, Sevilla (detalle) 

En estos cuadros costumbristas vemos que tanto hombres como mujeres acudían al río durante las fiestas veraniegas para disfrutar, sin tapujos, de sus aguas. Algunos bañistas lo hacían con la camisa puesta y otros no dudaban en quitarse las prendas que les estorbaban para darse un buen chapuzón. Los baños nocturnos también eran habituales, desde que se ponía el sol hasta no más tarde de las once... 

Los escritores de la época recogen esta costumbre. Por ejemplo, Francisco de Quevedo, en uno de sus romances, satiriza al río madrileño como sigue:


Descubre Manzanares secretos de los que en él se bañan

Manzanares, Manzanares,
arroyo aprendiz de río,
tú que gozas, tú que ves
en verano y en estío
las viejas en cueros muertos,
las mozas en cueros vivos.


Luis Vélez de Guevara, en El diablo Cojuelo (1641), escribía:

Daban en Madrid, por los fines de julio, las once de la noche en punto, hora menguada para las calles y, por faltar la luna, jurisdicción y término redondo de todo requiebro lechuzo y patarata de la muerte. El Prado boqueaba coches en la última jornada de su paseo, y en los baños de Manzanares los Adanes y las Evas de la Corte, fregados más de la arena que limpios del agua, decían el «Ite rio est»;…”


Jerónimo de Barrionuevo en sus Avisos del 31 de julio de 1655 comentaba:

Domingo día de Santiago fue apacible y templado, de mar a mar el río de coches y de hombres y mujeres en pelota, medio vestidos y desnudos, que con la diversidad entretenían… ”.


Vicente Suárez de Deza, por 1663, escribe:


Lo que pasa en el río de Madrid en el mes de julio


Este es el día del juicio
sin duda, puesto que veo
a tantos en cueros vivos”.
 

Y algunos visitantes extranjeros se sorprendían de esta costumbre.

Para muestra El diario del viaje del Cardenal Francesco Barberini, en 1626, que escribió Cassiano del Pozzo, donde podemos leer:


en cada fiesta el Diablo quiere su propio altar, y así, si por una parte se desarrollan adecuadamente tal y como apenas [se ha descrito], por otra el desorden no es poco ya que, por el calor que trae la estación y por hacerse la vigilia en esta noche [23 de junio], gran parte de la ciudad y sobre todo las mujeres, va a aquel río Manzanares, al puente Segobiano, y allí gentes del populacho, tanto hombres como mujeres, se lavan entremezclados con poco recato para el servicio del alma. Aquellos otros de [mejor] condición pasan la velada yendo de arriba abajo, así como entrando con las carrozas en el río para gozar de las locuras de estos [primeros]. Acostumbran la mayoría de las mujeres a acudir aquí esta noche y al amanecer [aparecen] desgreñadas, adornando las carrozas y los caballos con vegetación  y flores, que en definitiva parece una arcadia, el Siglo de Oro respecto de la libertad y de la poca vergüenza. Entre estas [mujeres] se ve también a gentiles damas que con el pretexto de creer que el fresco de aquella noche les hará bellas sus cabelleras y se las  mantendrá, descienden de sus carrozas y con el acompañamiento adecuado despeinadas caminan paseando y pavoneándose.

Il diario del viaggio in Spagna del Cardinale Francesco Barberini, scritto da Cassiano del Pozzo, 1626.

Enlace relacionado en este blog:

IR EN PELOTA

Bibliografía:

  • Anselmi, Alessandra: El diario del viaje a España del Cardenal Francesco Barberini escrito por Cassiano del Pozzo, 1926. Doce Calles S.L. 2004
  • Díez Borque, José Mª., (ed.), Jerónimo de Barrionuevo, Avisos del Madrid de los Austrias y otras noticias., Madrid, editorial Castalia, 1996.
  • Luján, Néstor, Madrid de los últimos Austrias, Editores: Madrid: ONCE, Centro Bibliográfico y Cultural, 1993.
  • Pozuelo, José Mª, Antología poética, Francisco de Quevedo. Ediciones B, Libros Clásicos, 1989.
  • Suárez de Deza, Vicente, Mojiganga de lo que pasa en el río de Madrid en el mes de julio, Teatro breve (II). Edición crítica de Esther Borrego Gutiérrez, Kassel, Reichenberger, 2000
  • Vélez de Guevara, Luis, El diablo Cojuelo, Edición Ángel R. Fernández, Clásicos Castalia.

lunes, 17 de junio de 2013

EL CAPIROTE, chaperón, capirón (1):


Se documenta por primera vez a finales del siglo XIII. Su origen es francés.

Tocado usado por todas las clases sociales (la mujer a partir del siglo XIV, aunque en el XV ya no hay constancia de su uso).

Era una cobertura de tela que terminaba en punta (ésta podía ir levantada o no). Podía ser cerrada dejando una abertura para sacar la cara o estar abierta por delante del cuello cerrándose con botones. Proviene de la capucha o capuchón que llevaban los mantos del siglo XI y que ayudaba a protegerse de las inclemencias del tiempo. En el siglo XV se le llamará capilla

Al poco tiempo se puso de moda meter la cabeza directamente por la abertura destinada a encuadrar el rostro (y no por su abertura natural). Esto dio lugar a una sucesión de estilos diferentes e incluso sofisticados durante el siglo XIV y XV.


Capirote cerrado.
 H. 1280-85. Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio, Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, Madrid.
 (detalle)


Capirote abierto que se unen los bordes de la abertura con botones. El tocado está ladeado siguiendo la moda del momento. 
1283. Libro de los juegos: ajedrez, dados e tablas. Ordenamiento de las tahurerías de Alfonso X, Rey de Castilla, Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, Madrid (detalle)
 

Capirote metido por la abertura destinada a la cara,  dejando que la parte ancha caiga por detrás y la punta también. 
1283. Libro de los juegos: ajedrez, dados e tablas. Ordenamiento de las tahurerías de Alfonso X, Rey de Castilla, Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, Madrid (detalle)

En los primeros años del siglo XIV el remate de la punta se alarga. Con los años forma una pequeña cola que recibe el nombre de manga (Capirote con manga). 

 Capirote sin punta. 
1350-1400. Fresco procedente de Lérida, anónimo,  Museo Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona (detalle)

Ambos personajes llevan capirote metidos por su abertura natural, la cual cubre ampliamente los hombros, y la punta es muy alargada y estrecha. El personaje de la derecha lleva en los bordes un festón dorado. 
1340-1350. Adoración de los Reyes Magos, Retablo de Cardona, Arnau Bassa , Museo Nacional de  Arte de Cataluña, Barcelona (detalle) (imagen obtendida de Monestirs Puntcat)

En el quinto decenio del siglo XIV era ya generalizado sacar la cabeza por la abertura que encuadraba el rostro y la manga llegaba a rodear la cabeza y se enganchaba en la vuelta; se coloca tratando de imitar los turbantes.
En otros casos, la tela que quedaba por debajo de la abertura que encuadraba el rostro se plegaba y el extremo por donde se metía la cabeza se dejaba a modo de cresta; esta cresta se solía poner en el lateral, pero también se llevó alzada o hacia abajo. Perduró hasta el siglo XV.

En el siguiente enlace podemos ver un gráfico: The Costmer´s Manifesto

El personaje con capirote morado muestra los pliegues que se daba a la parte por donde se metía la cabeza y cómo se sujetaba la cresta que sobresale muy ligeramente. 
1346. Privilegios de Barcelona o Llibre Verd, Casa de la Ciudad, Barcelona (detalle)



Capirote sobre el hombro. 
1346. Privilegios de Barcelona o Llibre Verd, Casa de la Ciudad, Barcelona (detalle)


Capirote con la cresta más grande. 1346. Vida de San Marcos de Arnau Bassa, Catedral de Manresa, Barcelona, España (detalle)

La mujer vuelve a imitar la moda de los hombres. No duda en llevar capirote y colocárselo por la abertura que enmarca la cara. Hay pocas imágenes iconográficas de mujeres con capirote, seguramente porque tuvo poco éxito o porque solo lo llevaron juglaresas. 
1330. Mural del refectorio, Juan Oliver, catedral de Pamplona, Navarra, España (detalle)


En el siglo XV el capirote se sigue llevando sencillo o colocado como turbante. Este último alcanzó mayor sofisticación ya que la parte que corresponde a la punta se ensancha y se retuerce, mientras que el extremo por donde se metía la cabeza, con forma de cresta, se hace más visible.


Capirote en el que la punta cae al lado izquierdo y la abertura por donde se mete la cabeza o cresta a la derecha. 
1420-23. Retablo de San Jorge, Gonzalo Peris, Museo Municipal de Jérica, Castellón, España (detalle) (imagen obtenida del libro de Astror)


Capirote a modo de turbante. Cresta muy alta debido a la moda franco-borgoñesa. 
1414-15. Presentación del paño de la Verónica a Abgar,  retablo de Santa Clara, Luis Borrassá, Museo Episcopal de Vic, Barcelona (detalle) 

Capirote ricamente adornado. La forma de llevarlo se estiló hasta los años cuarenta del siglo XV. 
1420. San Martín partiendo la capa, retablo de santa Úrsula, S. Martín y S. Antonio, Gonzalo Peris, Museo de Bellas Artes de Valencia (detalle) (imagen obtenida aquí)

Durante el periodo de los Reyes Católicos, el capirote de manga, o ya llamado chía, será un complemento de la loba, formando un conjunto austero. Servía para vestir de duelo o acudir a ceremonias religiosas. 
A finales de siglo los capirotes pasan a ser un distintivo de letrado o doctores que lo llevaba junto con la garnacha.

Chías. H.1495-97. Jesús en el Templo, Maestro de los Reyes Católicos, Samuel H. Kress Collection, Nueva York, EEUU (detalle)

Nacimiento de la Virgen, sala capitular de la Catedral de Toledo, Juan de Borgoña, Toledo (detalle)



Enlace relacionado en el blog:
El capirote de rollo
LA TOCA como turbante




Bibliografía:
  • Astor Landete, Marisa: Indumentaria e Imagen - Valencia en los siglos XIV y XV, Valencia.1999.
  • Azcue, V.: El vestido en Don Quijote: espejo o espejismo de una sociedad.
  • Bernis Madrazo, Carmen: Indumentaria medieval española. Instituto Diego Velázquez, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC, 1956.
  • Bernis Madrazo, Carmen: Trajes y modas en la España de los Reyes Católicos: Las Mujeres; Los Hombres. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC 1975.
  • Bernis Madrazo, Carmen: Indumentaria española en tiempos de Carlos V. Madrid: Instituto Diego Velázquez (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC), 1962.
  • Bernis Madrazo, Carmen: El traje y los tipos sociales en el Quijote. Madrid: Visor, 2001.
  • Menéndez Pidal, Gonzalo: La España del siglo XIII: leída en imágenes. Real Academia de la Historia, 1987.
  • Ruiz de Lóizaga, Saturnino: La nueva edición de los Cartularios de Valpuesta. Estudios mirandeses XXXI. Anuario de la Fundación Cultural "Profesor Cantera Burgos", Miranda de Ebro, 2011.
  • Sigüenza Pelarda, Cristina: La moda en el vestir en la pintura gótica aragonesa. Institución "Fernando el Católico", Excem. Diputación de Zaragoza, 2000.   
  • Vestiduras ricas: el Monasterio de Las Huelgas y su época, 1170-1340. Revista de la Subdirección General de Museos Estatales. Patrimonio Nacional. Servicio de Publicaciones 1ª ed., 1ª imp. (03/2005).

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